Un fruto climatérico es aquel que tiene la capacidad de continuar madurando después de haber sido recolectado. Esto se debe a que producen etileno, una hormona vegetal que regula la maduración de los frutos.
El proceso de maduración climatérica implica una serie de cambios físicos y químicos en el fruto, como el ablandamiento de la pulpa, la acumulación de azúcares y la producción de aromas y sabores característicos. Durante este proceso, el fruto también puede cambiar su color, textura y tamaño.
Algunos ejemplos de frutos climatéricos son el plátano, la pera, el aguacate, el melón y el tomate. Estos frutos se cosechan antes de alcanzar su madurez completa, lo que les permite resistir el transporte y almacenamiento prolongados. Una vez que son expuestos al aire libre y a temperaturas más altas, comienzan a producir etileno y maduran rápidamente.
Es importante tener en cuenta que no todos los frutos son climatéricos; algunos son no climatéricos y no continúan madurando después de la recolección. Ejemplos de frutos no climatéricos son las uvas, las fresas y las cítricas como las naranjas y los limones.
La capacidad de los frutos climatéricos de continuar madurando después de la recolección es una característica importante para la agricultura y la industria alimentaria, ya que permite cosecharlos antes de que estén completamente maduros y distribuirlos a largas distancias sin que se deterioren. También permite a los consumidores comprarlos en un estado de madurez deseado y disfrutar de su sabor y textura óptimos.
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